Ser periférico

Este es el artículo que hoy me han publicado los compañeros valencianos en su blog GUIONISTASVLC, en el que hago un repaso a lo que significa ser guionista en la Comunidad Vasca en los tiempos presentes:

Si eres de Euskadi y te dedicas al audiovisual, tarde o temprano te saldrá al paso la disyuntiva entre mudarte a Madrid a buscarte las alubias o permanecer aquí y tratar de consolidar tu carrera en el mercado vasco. Son muchos los que optaron por lo primero y cuyos nombres de prestigio dan actualmente lustre a créditos de cine y ficción televisiva. Fuimos muchos también quienes decidimos quedarnos, fuera por una opción ideológica, por una postura vital o por una mezcla de ambas.

Dentro de nuestro colectivo, los guionistas autonómicos siempre hemos sido tratados desde Madrid con una educada consideración rayana a veces, solo a veces, en muestras más o menos manifiestas de superioridad y prepotencia, por ejemplo cuando se nos ha calificado como “periféricos”. Tan centralista visión quizá tenga su lógica desde el POV de alguien en Madrid, acostumbrado a mover con su cucharón el caldo gordo que allí se cuece y que, por ignorar lo que se cuece aquí, tiende a  creer que no se cuece nada. Pero es obvio que sí se cuece: en Catalunya, al margen del daño que sin duda les ha hecho la crisis, siempre han mantenido un volumen de producción capaz de sustentar a un amplio colectivo con trabajo estable; en Valencia, muchos guionistas no han necesitado mirar hacia Madrid sino tras el cierre de Canal 9; también parece que en Galicia mantienen una producción más o menos estable. En cuanto a Euskadi… Bueno, lo cierto es que aquí se cuece bien poco, tanto que, para empezar, habría que preguntarse hasta qué punto es posible ser guionista en Euskadi. Tan crudas están las cosas.

Situémonos: de las comunidades mencionadas, la nuestra es la más pequeña. Estrenamos entre 6 y 8 películas al año sumando ambas lenguas y nuestra televisión produce en la actualidad una serie y un programa de sketches. Poco bagaje parece para mantener en activo a un grupo de profesionales, no digo ya a todo un sector que involucra a productoras, técnicos y actores. Cabría imaginar que la crisis nos ha hecho mella como en otros lugares y que, si anteriormente la situación estuvo algo mejor, es razonable esperar que mejore de nuevo en un futuro no muy lejano. Vale, llamadme irrazonable pero tengo serias dudas al respecto.

Para ilustrar mi análisis tomaré como ejemplo significativo la Asociación de Guionistas Vascos (EHGEP), colectivo que conozco bien porque contribuí a fundarlo y en cuya vida he participado activamente. Nacida en 1995, durante los primeros años EHGEP creció con rapidez hasta llegar a contar con 115 socios, aunque después comenzó un prolongado declive hasta llegar a los 67 socios actuales. Este descenso data de tiempos anteriores a la crisis y parece responder más bien a condicionantes estructurales.

Entre las bajas predominan aquellos que abandonaron la profesión por la falta de expectativas. Otros, muchos de ellos jóvenes que estaban empezando, emigraron a Madrid. Entre los que consiguieron permanecer, tanto el perfil de nuestros socios como la realidad del sector nos muestran la predominancia del guionista-director: preguntados los guionistas que han recibido ayudas públicas en la última convocatoria, dos de cada tres declaran su intención de dirigirse a sí mismos; todas las películas con producción avanzada o pendientes de estreno en 2014 son de guionistas-directores: Fuego (Luis Marías); Negociador (Borja Kobeaga); A Escondidas (Mikel Rueda); Amama (Asier Altuna); Loreak (Joxemari Goenaga y Jon Garaño), Sapos y Culebras (Francisco Avizanda)… con la única excepción de Lasa y Zabala, de la que soy guionista y cuyo director, Pablo Malo, también acostumbra a escribir sus propios guiones.

Obviamente, el doble perfil es una estrategia, la más recurrida para la supervivencia en la profesión, y le sigue la de buscarse un trabajo complementario ajeno (tenemos a funcionarios públicos, programadores de festivales, gestores culturales, profesores…); en tercer lugar está la media docena que escriben para la única serie y el único programa de sketches y, finalmente, los dos o tres guionistas contratados en el departamento de desarrollo de la única productora que produce ficción televisiva.

También está Jorge Guerricaechebarría, que lleva muchos años triunfando en el mercado español desde Gasteiz. Además estoy yo: tampoco soy director, ni voy a la oficina por las mañanas, ni tengo contrato laboral con una productora, ni me marché a Madrid, soy otro freelance de los del 20% de las encuestas… Según algunos compañeros mi caso demuestra que se puede ser guionista puro en el mercado vasco. Pues va a ser que no. Es cierto que vivo y trabajo desde Bilbao, pero durante bastantes años lo he hecho para productoras (de animación, hubo un tiempo en que esto era posible) de Madrid y Barcelona. Vaya, ahora que lo pienso… ¡soy igual que el gran Jorge! Lo sé, lo sé, no tiene gracia, pero admitid que lo tenía a huevo.

Así pues, el perfil del guionista vasco es alguien que se fue a Madrid y ahora trabaja allí. O, dicho con menos ironía y a modo de conclusión, si un vasco quiere escribir guiones tendrá que buscarse otro trabajo alimenticio o emigrar. Más arriba he apuntado a razones de tipo estructural:

La ficción televisiva. Generadora de cantera, en nuestro caso lleva muchos años reducida a la mínima expresión. Cierto es que Goenkale fue un gran vivero de guionistas pero estos, en aplastante mayoría, acabaron desapareciendo de la profesión al no encontrar demanda para su oferta más allá de la propia Goenkale, progresivamente recortada, y de Vaya Semanita y sus epígonos. Nada más, al margen de algún estreno tan esporádico como efímero y de eso ya hace años. Incluso cuando recuperemos, si alguna vez lo hacemos, el nivel de producción previo a la crisis, nuestro mercado audiovisual nunca será capaz de retener a un colectivo mínimamente estable. Nuestra asociación, tanto individualmente como desde la Plataforma del Audiovisual Vasco, ha apelado en ocasiones al valor de la ficción como herramienta transmisora de la cultura y la identidad propias, reclamando un pacto político al estilo de países como Dinamarca y que involucre no solo a los agentes del sector sino al Departamento de Cultura y la Universidad. Por el momento, ha sido como rezar en el muro de las lamentaciones.

La capacidad financiera de las productoras. O, mejor dicho, su incapacidad. Acostumbradas a manejarse en niveles de pura subsistencia, son excepción las productoras que invierten, y solo de vez en cuando, en desarrollo u opciones de compra de guiones, una práctica común en otros mercados y que podría animar un poco el nuestro, tanto en cuanto a número de guionistas trabajando como en cuanto a las opciones de producir cine de calidad. Más aún, hay productoras que, interesadas en determinado proyecto, animan al autor a presentarse a las ayudas a la escritura de guion para, sin adelantar un desembolso, conseguir una primera versión presentable con la que abordar la producción. Esto no solo pervierte el sentido original de las ayudas públicas, sino que propicia la repetición de los mismos autores (guionistas-directores) con las mismas productoras generando desesperanza entre los demás y desembocando en cierta profesionalización del ayudismo: ya que nadie va a producir mis guiones, al menos intentaré ganarme algo de dinero todos los años.

La educación universitaria. El grado de audiovisual está aquí claramente orientado a las necesidades del gran cliente, ETB, y genera sobre todo productores y desarrolladores de entretenimiento. A menudo escuchamos quejas sobre la formación en escritura de guion (y en dirección), a la que se accede tarde y resulta algo escasa y decepcionante para quien quiera dedicarse a la ficción. Iniciativas sobre el papel interesantes se plantean de forma absurdamente descoordinada: el máster ETB-EIKEN, celebrado en un par de ocasiones, no era en realidad un máster oficial pues se había organizado sin contar con la Universidad. Vuelve a resaltar aquí la necesidad de un pacto a la que aludía más arriba.

La fortaleza del cortometraje vasco. No tanto un condicionante sobre el hecho de ser guionista como son los anteriores, sí aporta una enorme sensación de impotencia la paradójicamente buena salud del cortometraje, propiciada por la apuesta exitosa de Kimuak y por la proliferación de concursos y muestras. Año tras año surge de ese vivero un importante número de profesionales con talento que, a la hora de avanzar en su carrera, se encuentran con que no hay demanda para ellos. Algunos optarán por seguir intentándolo como guionistas-directores mientras sus padres les aguanten, unos pocos conseguirán ir colocándose en puestos técnicos auxiliares, otros emigrarán con sus proyectos bajo el brazo. Pero habrá quienes abandonen.

Yo nunca he abandonado, aunque no tengo del todo claro que eso sea un mérito. A veces, cuando desde Madrid nos llega uno de esos ramalazos de condescendencia, o se nos tilda de “periféricos” en el mejor de los casos, me entran ganas de hacer la maleta e invadirles. Después me lo pienso mejor y decido seguir intentándolo aquí y desde aquí. Y respiro hondo, reafirmado, tratando de ahuyentar el déjà vu de la desesperanza.

Comments are closed.