ETB bajo las bombas

Hace varias semanas ETB estrenó con gran éxito de audiencia la tv-movie, o miniserie en dos capítulos, Gernika bajo las bombas, en la que se repasaba en clave de ficción el trágico bombardeo de la villa foral acaecido el 26 de Abril de 1937, durante la Guerra Española.

A pesar de la pérdida de inmediatez por los días transcurridos, a mi entender el estreno permanece de actualidad en cuanto que ejemplifica perfectamente lo que ha sido el tránsito del PSE, a punto de finalizar, por la dirección de ETB.

Es preciso mencionar, de entrada, que el proyecto fue presentado inicialmente por la productora Baleuko, pero la dirección de ETB puso como condición sine qua non que la producción fuera compartida con Vértice y su filial vasca Erpin 360º. Circunstancia esta que, si bien es harto conocida en el ambiente del audiovisual vasco, nunca se ha comentado fuera de los corrillos de confianza, imagino que en más de un caso por propio interés, en algún otro por la confianza en la llegada de un nuevo período de compensaciones y, quiero creer, por pura prudencia en la mayoría de los casos. Habría sido mucho más justo, me parece, si las dos asociaciones de productores vascos, IBAIA y EPE-APV, hubieran salido a la palestra para denunciar el hecho, aun obligándose a mantener el mismo nivel de independencia frente a cualquier otra dirección de ETB en el futuro, sea del signo que sea.

En cualquier caso, el elevado presupuesto de Gernika bajo las bombas (1.400.000 €), que ha supuesto un gran esfuerzo para las maltrechas arcas de ETB incluso con las ayudas públicas y la participación de otras televisiones autonómicas, se suma a la serie de productos de ficción dedicados a nuestra historia contemporánea, y responde a la intención inicialmente anunciada de intercalar algún producto más costoso que la media. En ese sentido, al menos, la dirección socialista ha cumplido con su programa.

Hay que añadir que se trata de un dinero bien gastado en lo que respecta a los aspectos técnicos: una producción cuidada, con una estupenda ambientación repleta de atrezo de época y salpicada de notables efectos especiales, un casting acertado y buenas interpretaciones (casi todos los actores vocalizan bien, lo cual en los tiempos que corren es casi un milagro), y finalmente un guión bien construido y dialogado para una dirección más que correcta, ambas cosas a cargo de Luis Marías. Si a eso añadimos la estupenda respuesta de la audiencia, tenemos un producto notable en lo que al apartado técnico se refiere. Ahora bien, la cuestión temática e ideológica es muy diferente.

Para empezar, algunas de las historias ficticias elegidas dejan bastante que desear: el joven hijo de inmigrantes y de ideología comunista, por ejemplo, es harto improbable en la Gernika de 1937. Al decir de gernikarras bien conocedores de la historia de su villa, puede que a la sazón hubiera a lo sumo un vecino comunista, aunque más probablemente ninguno. Su inclusión en uno de los papeles principales solo puede responder, por tanto, a la intención de meter con calzador un desiderando que no corresponde a la realidad.

No menos insólito es el personaje del joven seminarista de familia carlista, inducido por su madre a dibujar planos de la villa sin sospechar que estos pasarían al ejército rebelde. El personaje más culto e inteligente de la historia resulta ser, de este modo, el más estúpido, en una minitrama de más que dudoso realismo.

Pero es la parte histórica la que se lleva la palma. Para empezar se nos presenta a un von Richthofen (comandante de la Legión Cóndor) acusadamente retorcido e inquietante, en contraste con el mando requeté, cuya actitud es asépticamente militar. Esto no es sino la siembra de lo que viene después, cuando Richthofen recibe la orden de bombardear objetivos militares en Gernika, básicamente el puente de Rentería, encareciéndole especialmente a respetar la Casa de Juntas (“tiene un significado muy especial para los requetés”), y el alemán se la pasa por el arco del triunfo para hacer prácticas de blitzkrieg a su aire sobre la población civil.

Se nos cuenta, en suma, que el malvado Barón Rojo desobedeció las órdenes del mando español para, sin su conocimiento, asesinar a centenares de civiles. Maniqueo, sin duda, pero no solo eso. Es exactamente la tesis defendida por los historiadores “tardofranquistas” como Ricardo de la Cierva, Salas o Vicente Talón. Una tesis franquista, y una tergiversación histórica en toda regla.

Está sobradamente demostrado que los rebeldes basaron la campaña de Bizkaia en aterrorizar a la población civil mediante el uso de la aviación. El tipo de bombardeo que la Legión Cóndor ensayaba en estos inicios consistía en una primera oleada de bombas incendiarias seguida por otra de bombas explosivas que, como declara el informe de una de las escuadrillas sobre esa jornada, tenía el objetivo de reventar las cañerías de agua para evitar que se sofocaran los incendios. Los objetivos estratégicos quedaron intactos: el puente de Rentería, a pocos metros de las viviendas bombardeadas al igual que que la estación de ferrocarril, así como toda la zona industrial, en especial la fábrica de armas, y el convento que albergaba a la reducida guarnición de la villa.

Los bombardeos de los días previos sobre la población civil de Durango o Ermua, con gran pérdida de vidas humanas, invalidan la supuesta ignorancia del mando requeté. Además, esa misma mañana se celebró una reunión entre Richthofen y el general Vigón, lugarteniente de Mola, según escribe el historiador Gordon Thomas citando el diario del propio comandante alemán, y aunque no explica su contenido es lógico suponer que no hablaron del tiempo. Solo que Luis Marías rellena el hueco con una versión franquista que fue construida a medida que otras versiones anteriores iban siendo derribadas (que los propios “rojos” habían prendido fuego a su villa, o la más delirante: que fue una escuadrilla alemana, pero no la legión Cóndor sino procedente directamente de Alemania y que regresó allí).

Tal vez me estoy entreteniendo en detalles que ya han demostrado los historiadores. Sirva lo explicado para aquellos que hayan visto la miniserie y no conozcan esta parte de nuestra historia. Lo que sorprende aquí es que Luis Marías haya elegido semejante tesis y, sobre todo, que la dirección socialista de ETB la haya dado por buena. Por más que lo pienso no le encuentro el menor sentido, aunque sin duda habrá quien, con más conocimiento que yo, vea en ello alguna razón de tipo político. Sea como sea, Gernika bajo las bombas resume perfectamente el período socialista en la televisión pública vasca: una declaración de intenciones inicial anunciando el fin de la política de favores de la etapa anterior, seguida precisamente por su propia política de favores hacia las productoras amigas y la consecuente discriminación de otras, todo ello inmerso en un plan de programación errático, por períodos inexistente, que a punto estuvo de hundir la cadena irremisiblemente. O quién sabe si lo consiguieron. Al tiempo.

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